miércoles, 24 de septiembre de 2008

lunes, 22 de septiembre de 2008

Divagaciones de media noche

Palabras. Letras, una tras otra, con significados distintos en tanto que se relacionan entre sí. No es lo mismo m que a que r que i que n que ma que ria que na que maria que ana que riana que Mariana. No es la misma María mi prima que María mi hermana que María tu amiga que María la mamá de Carla que María el personaje de aquella película, que a su vez no es la misma ni son que Ana mi amiga o Ana mi sobrina o Ana tu profesora o Mariana yo, Mariana la compañera de Raúl, Mariana la hermanita de Made, Mariana la isla o Mariana la tocaya de la esquina. Las palabras son, pues, una etiqueta para identificar, para relacionar, porque de eso depende todo eso que llamamos “raciocinio”, de las relaciones que hacemos.

Un sistema. Las palabras son un sistema. Un sistema sinérgico, además. Buenas palabras, cuatro palabras, medias palabras, palabras claves, palabras de honor, palabras de matrimonio, palabras de rey, palabras gruesas, palabras mágicas, palabras ociosas, palabras pesadas, palabras picantes, palabras preñadas, palabras al aire, palabras cruzadas, palabras de buena crianza, palabras de la ley, palabras de duelo, palabras de oráculo, palabras de presente, palabras libres, palabras mayores, santas palabras, palabras ahorradas, palabras en la boca, palabras gastadas, la última palabra, todo tipo de palabras. Y podemos hacer tanto con ellas, además. Podemos alzar la palabra, hablar a media palabra, atravesar una palabra, estar bajo palabra, beber palabras, tomar la palabra, comer palabras, correr la palabra, dar la palabra, ser de pocas palabras, dirigir la palabra, faltar la palabra, mantener la palabra, medir por las palabras, no decir palabras, pasar la palabra, quitar la palabra, remojar la palabra, soltar la palabra, tener la palabra, torcer las palabras, tratar mal de palabra, trocar la palabra, vender palabras.

Entonces, de un modo un tanto abstracto, yo, Mariana, esa Mariana que soy yo y que no es nadie más, que soy para mí porque me conozco, porque me percibo diferenciándome del todo y de sus partes no sólo por lo que soy sino por lo que no soy; esa, sin esa palabra, sin ese nombre que para mí es mío y que para ustedes soy yo, pero que en ojos de morfología es sustantivo propio, en los de la sintaxis sujeto o complemento directo o quizás hasta indirecto, en los de un italiano un error por ausencia de una n, y así infinidad de perspectivas; sin esa palabra, acompañada además de un apellido que me diferencia aún más de las tocayas hermanas, compañeras y vecinas de la esquina, ¿sería del todo yo?

Estoy. De que estoy aquí estoy. Lo veo yo, lo siento yo, soberbiamente podría decir que lo yo, porque estoy conciente de mi existencia, porque me percibo, porque me concibo. Y además no sólo estoy, sino que también soy. Pero al ser, soy para, soy de, soy con. Todo ello implica relación a. Entonces, ¿“Mariana” es mi primera y más directa relación con el mundo y la realidad que existe fuera de mí? La realidad en donde estás tú y está él y están ellos y estamos todos y a la vez no estamos y a la vez somos y no somos.

Palabras, palabras, palabras. Al final supongo que, para los demás, antes que nada no somos más que palabras en su léxico.

martes, 9 de septiembre de 2008

Blagh


Esta mañana busqué a Papá para ir a Digitel. Fue una odisea llegar al Cubo Negro, pero finalmente logramos estacionar en el CCCT, nos montamos en el ascensor, marcamos el piso 4 y en un dos por tres la señora Eugenia consiguió quien nos atendiera.

No sabía qué iba a hacer él allá, pero mi tarjeta SIM se bloqueó y el "código Puk" (sabrá Dios por qué tiene ese nombre) no servía de nada. Primero, evidentemente, pues había que resolver el rollo de Pa. Él jamás oye el celular, no ha terminado de entender lo que es repicar, ni idea de qué son los mensajes de texto, eso del diccionario para él es una cuestión incomprensible... y fue a comprarse un Blackberry.

Un Blackberry. Sí. Un Blackberry con "cámara, reproductor multimedia, memoria ampliable, marcación por voz, BlackBerry® Maps, navegación con trackball, correo electrónico, mensajes de texto, mensajería instantánea, explorador Web y funciones telefónicas avanzadas". ¿Qué demonios significa "funciones telefónicas avanzadas"? ¿Hay algo más a parte de todo lo que lees en el folletico justo antes de esa frase?

Qué invasión la de los bichos esos que además son carísimos. ¿Quién carrizo puede preferir decir "Un Blackberry por favor" en vez de "Buenas, un pasaje ida y vuelta para Buenos Aires"? O ver 30 películas en el cine, en día normal, con cotufas, refresco y un chocolate, 1.200 chicles, 60 botellas de ron, 1333 tickets de metro, un juego de cauchos para el carro, etc etc etc.

"Siempre conectado, es lo importante", dice el paquetico. Que sirve para comunicar.... Uno está en una reunión y la mitad de la gente está inmersa en su aparatico viendo las fotos que fulanita de tal acaba de poner en Facebook... la otra mitad está riéndose sola de quién sabe qué, con los ojos puestos en la pantallita, hipnotizada, sin darse cuenta de que parecen los propios autistas. ¿Para qué se reunen entonces?

Está de moda. Está de moda y todos lo tienen y si tú no, "no estás en nada". Estar en tu Blackberry parece una ocupación y cada día se añade la frase "BB Pin: blablabla" al nick de alguien. Además, además, ADEMÁS... "es un smartphone". Eh... ¡no! No existe semejante cosa. Un teléfono no puede ser inteligente. Punto.

Total que mientras todo esto pasa por mi cabeza, Papá exclama: "No puedo marcar bien, estas teclas son demasiado pequeñas". La vendedora le habla de las numerosas ventajas de tener un Blackberry y del cambio de vida que mi querido padre, ese señor nacido en los años 30 que no sabe ni en dónde se mete el CD en su computadora, va a tener. Él sigue inmiscuido en la cosa tratando de entender ese rectangulito de 10 x 5, toca algo y dice en voz alta: "¿Desea salir del Asistente de Ayuda?". Me ve, ve a la vendedora y: "No sé, no sé qué es eso, no sé qué hacer. Qué varilla esta cosa".

Yo entiendo que hay gente que cuando no está en la oficina tiene que estarlo y bueno, le resulta muy útil, pero mi sobrino Juanki, por ejemplo, de 15 años, no es una de esas personas. DEFINITIVAMENTE no es una de esas personas. Llegué a casa, chateé con mi hermanita que está viviendo afuera, le echo el cuento y añado la anécdota de Juanki y lo insólito que me parece... y me contesta: "Un ¡¿Blackberry?! ¡¡¡Yo quiero!!!".

Blagh. Ojalá sean como el X-Box y en 2 meses no prendan más.